¿Quién será Noelia Hernández?

Retrato de Noelia Hernández

¿Quién será esa Noelia Hernández? es la frase que oí una mañana de septiembre de 2008 y que ahora me planteo yo misma mientras intento ordenar mis ideas de alguna manera y, con ellas, esta presentación. Dos datos importantes sobre mí que se deducen ya de esa primera frase: primero, los inicios de cualquier cosa siempre me cuestan mucho; segundo, soy una sentimental.

Resumir una pregunta tan trascendental como quién soy en pocas palabras me parece una tarea, como mínimo, complicada. Quizá mejor si empiezo por el principio, ¿no? 

Hola, me llamo Noelia

Noelia, salmantina (o charra, como prefieran), 26 años a la publicación de estas líneas (casi 27). Nací en Granada (de casualidad), me crié entre un pueblo entre semana y otro para los festivos y, gracias a o por culpa de eso, quería ser veterinaria. Le debo la mitad de mi educación primaria a mis padres y la otra mitad al Bibliobús.

Me gusta cocinar, comer, pasear por el campo, coser. Me interesan mucho la gastronomía, los viajes, la arquitectura y la historia del arte. Me encanta buscar excusas para reunir a mi familia o a mis amigos, organizarlo todo y enfadarme de vez en cuando porque lo organizo todo yo. Me gustaría aprender a bailar o a dibujar pero sospecho que me frustraría antes de conseguirlo. Soy un poco impaciente. 

¿Cómo he llegado hasta aquí?

Ya desde pequeña, en aquellos tiempos del Bibliobús, me fascinaba el inglés. Ir aprendiendo un idioma nuevo, entender canciones poco a poco, descubrir una cultura nueva; todo me parecía simplemente magia. Pero no fue hasta ese septiembre de 2008, después de aquella pregunta y gracias a la persona que me la hizo, cuando descubrí el mundo de la traducción. Y así viví mi primer flechazo. 

Mamá, quiero ser traductora

Seis años después, en junio de 2014 y tras la espera más angustiosa de mis tiernos 18 años, al fin vi mi nombre en la lista. Había pasado la prueba de acceso al Grado de Traducción e Interpretación de la Universidad de Salamanca. Y menos mal, porque no había más plan B que volverlo a intentar. 

Los siguientes cuatro años pasaron demasiado deprisa. A menudo nos dicen que el paso por la universidad son los mejores años de nuestras vidas y no lo queremos creer. ¿Cómo voy a estar pasando mis mejores años de clase en clase y subiendo tareas a Studium? En mi caso, yo sí me lo creía. Estaba cumpliendo un sueño, al fin y al cabo. Todos los días iba a clase con toda la ilusión, sabiendo que estaba aprendiendo de los mejores. 

Aprendí francés, aprendí italiano, sobreviví a interpretación, descubrí las herramientas TAO, escribí un TFGín y un TFG de verdad. Me enseñaron a leer los textos con mil ojos y a revisarlos con otros mil. Nunca son suficientes puntos de vista. La traducción es un puente entre culturas, la traducción es la parte de atrás de un tapiz, la traducción es ideología, la traducción es música.

Noelia Hernández, traductora

Mamá, ¿soy traductora ya?

De repente, sin darme cuenta siquiera, junio de 2018. La universidad se acaba, soy graduada en traducción, ¿pero soy traductora ya?

En aquel momento no me atrevía a decir que sí, pero lo cierto es que llevaba ya meses entre prácticas y muy poco después tendría incluso un contrato de trabajo en el que se me decía que sí, era traductora. Traductora en plantilla, un trabajo a tiempo completo.

Pero a mis 22 años no me parecía suficiente ni me sentía preparada para dejar de estudiar, así que me matriculé en el Máster de Traducción Audiovisual del ISTRAD. Así, pasé un par de años más trabajando como traductora en plantilla primero y como gestora de proyectos después mientras iba redescubriendo la traducción gracias al máster.

El subtitulado, la traducción para doblaje, el ajuste, el subtitulado para personas sordas, la audiodescripción… Antes de empezar conocía todos estos conceptos, pero ponerse manos a la obra y aprender cómo se hace es algo totalmente distinto. En especial, me llamaron la atención los dos últimos y, por eso, preparé mi TFM sobre audiodescripción de arte abstracto. 

Noelia Hernández traducciones para particulares y empresas

Mamá, soy traductora autónoma

2020 fue un año clave para todo el planeta y para mí en particular. En 2020 terminé el máster y decidí dar el salto y reinventarme. Siempre había querido ser traductora autónoma así que, ¿por qué no intentarlo? 

El principio fue lento, muy lento. Meses mandando currículums, construyendo una marca, empezando desde cero y esperando una oportunidad. Aún ahora, más de dos años después de ese momento, siento que todavía estoy empezando. Me queda mucho camino por delante, eso es cierto, pero si miro atrás también veo camino recorrido ya. He trabajado en proyectos increíbles y con clientes que jamás habría imaginado y, sobre todo, he aprendido y aprendo cada día que me pongo delante del ordenador. 

Soy traductora por vocación, lo tengo claro. Mi trabajo es y será puente entre culturas, la parte de atrás de un tapiz, ideología y música.

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